Aún estás viva


Esa noche Valentina estaba agotada, el viaje había sido toda una maratón, el vuelo había salido a temprana hora de esa misma mañana, llegando a Tuxtla se dispuso a buscar la forma de llegar a San Cristóbal de las Casas para encontrarse con su amiga y sin más tiempo que perder emprender la caminata de reconocimiento de ese bonito pueblo para bohemios y turistas, ese pueblo tan pintoresco que te recuerda una postal antigua y te envuelve con su propia magia y su tradición.

Cuando por fin llegó a la cama, el cansancio la derribó de inmediato que incluso sin lavarse los dientes se quedó profundamente dormida, a eso de la madrugada se despertó repentinamente y sintió un frío tremendo en el lado izquierdo de su cama, por alguna razón pensó que se trataba de un fantasma que la visitaba esa noche, no era una mujer supersticiosa, pero en definitiva eso fue lo que sintió, sin saber porque; se quedó dormida de nuevo con cierto temor, no tardó mucho en aparecer ese hombre, cuando lo vio se horrorizó, pensó -¡no puede ser un hombre entró a mi cuarto! ¿como puede ser esto posible? la puerta está cerrada, mi amiga, despierta, despierta Valentina o ¿es que ya estas despierta? o ¿es que esto es un sueño?- pero el hombre la tranquilizó de inmediato, no era un hombre mayor, de hecho parecía muy joven aún, con su camisa de cuadros y su actitud pacífica le dijo:

- No tengas miedo Valentina, no estoy aquí para hacerte daño, tan solo quiero mostrarte algo.

Tomó su mano, y en ese momento ella pareció salir de su propio cuerpo, fue una experiencia tan extraña verse durmiendo a sí misma y dirigirse con ese hombre fuera del cuarto, Valentina estaba atónita cuando atravesaron puertas y muros para salir del hostal donde sólo hacía unas horas se había instalado en plena conciencia, caminaron por las calles empedradas, que ella había recorrido antes de dormirse, hasta que al fin llegaron a una gran construcción completamente blanca con una gran puerta de madera tallada, ahí se detuvieron y comenzaron a charlar, el platicaba su vida, cuan extremas experiencias había vivido y ella simplemente se mostraba asombrada por la gran cantidad de vivencias acumuladas y todas esas locuras que realmente chocaban con su propia personalidad.

- Que te detiene a vivir Valentina? - le preguntó el hombre de repente.

- Tengo miedo a equivocarme - respondió ella.

- ¿A equivocarte? replico él. ¿Y que es equivocarse? ¿Quien juzgará tu propia vida cuando tú eres la única que la vive a diario? al menos tú tienes la oportunidad de equivocarte, yo ya no tengo esa oportunidad, yo ya estoy muerto, justo en este suelo que pisamos yo fallecí; manejaba a gran velocidad, la verdad también iba algo tomado y perdí el control y me estrellé contra este árbol - dijo señalando un roble cercano, tal vez esa fue mi equivocación no saber valorar mi propia vida.

Valentina se quedó petrificada, miraba los ojos de ese hombre, todo parecía tal real, su mirada directa no expresaba temor, ni ira, sino la más profunda intención de hacer algo por ella, de darle un brillante tesoro, algo que cuando despertara no pudiera olvidar.

Esa noche el regreso fue fácil y cuando al fin Valentina despertó con los primeros rayos del sol que alumbraban el nuevo día, pensó que en este viaje sería válido equivocarse y hacer tonterías, al fin y al cabo estaba viva.




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