Recientemente me enteré de la muerte de alguien a quién conocí y con quién tuve la oportunidad de trabajar, parecía imparable, seguro y fuerte como una roca, con esa habilidad innata de vender, un argentino extrovertido que no paraba de hablar, un hombre pequeño que arrasaba, exitoso en los negocios, llegaba a sus últimos días sin saberlo, con la nostalgia y la tristeza que la soledad aveces puede provocar, extrañaba a sus hijos, hacía tiempo que no se veían y parecía que no se interesaban mucho tampoco en verlo, realmente no se sabe mucho de los demás, no se sabe cuanto dolor pueden guardar, cuantas heridas, cuantos reproches, cuantos errores.
La muerte llega para todos con la misma cara, no reconoce si tú eres una persona "exitosa" o no, no depende de edades, razas, sexo condición social o económica, no lo niego las corrientes arrasan, el ritmo de nuestras vidas, de nuestras compras, de nuestro consumismo, de nuestro ego, de nuestra avaricia, aveces no nos permite ver que todos somos humanos por más máscaras que usemos, ropas, disfraces, autos, alhajas, el cuerpo sigue siendo el mismo y cuando el corazón deja de latir nos sucede lo mismo a todos, sin importar el dinero que tengamos en el banco o en el bolsillo.
Todos deseamos lo mismo pertenecer, ser aceptados y amados, lo buscamos lograr con nuestros actos, con nuestra apariencia, con lo que se dice y con lo que se calla, el fin es el mismo, sentir, sentir el amor, sentir la conexión con los demás, sentir que pase lo que pase tendremos testigos de nuestra existencia, para así olvidar un poco, que la vida es un instante, que sólo somos un granito de arena, en la inmensidad del mar.
La muerte llega para todos con la misma cara, no reconoce si tú eres una persona "exitosa" o no, no depende de edades, razas, sexo condición social o económica, no lo niego las corrientes arrasan, el ritmo de nuestras vidas, de nuestras compras, de nuestro consumismo, de nuestro ego, de nuestra avaricia, aveces no nos permite ver que todos somos humanos por más máscaras que usemos, ropas, disfraces, autos, alhajas, el cuerpo sigue siendo el mismo y cuando el corazón deja de latir nos sucede lo mismo a todos, sin importar el dinero que tengamos en el banco o en el bolsillo.
Todos deseamos lo mismo pertenecer, ser aceptados y amados, lo buscamos lograr con nuestros actos, con nuestra apariencia, con lo que se dice y con lo que se calla, el fin es el mismo, sentir, sentir el amor, sentir la conexión con los demás, sentir que pase lo que pase tendremos testigos de nuestra existencia, para así olvidar un poco, que la vida es un instante, que sólo somos un granito de arena, en la inmensidad del mar.
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